Seguidores

martes, 12 de marzo de 2013

¿Animal o ser humano?



 

En la naturaleza un animal actúa por instinto.  Él toma lo que quiere (comida, sexo, territorio) sin importarle si le hace daño a los demás seres de su entorno.  Lo que lo impulsa a relacionarse con los demás es el dominio.  Su propio bienestar es lo único que le importa y en algunas especies, sus propios críos. La norma es que el animal vive para sí.  La regla es la supervivencia, la razón y el amor le son desconocidos.

El ser humano, por otro lado, aprende a socializar y, por ende, a saciar sus necesidades naturales apoyándose en la razón y  en el amor.  Come sabiendo que no es el único habitante del planeta, tiene sexo con responsabilidad y su relación con los demás se basa en el servicio y no en el empoderamiento.  El ser humano, además de razonar, puede amar y ser amado.  Tanto la razón como el amor le imponen ciertos límites, es cierto, pero estos son para su propio bien.

Escucho muy a menudo,  en los medios de comunicación e incluso en la calle,  a voces que invitan a las personas a vivir una vida de placeres  sin importarles nada más.  Ellos dicen: ¨Denle gusto al cuerpo y sean felices.¨  Parece un bonito consejo sólo que está acompañado de  mucha falsedad.  El solo hecho de hacer aquello que el ego (caprichoso sin remedio) nos pida no es sinónimo de felicidad.  La felicidad se alcanza cuando nos ocupamos en hacer aquello que tenemos que hacer y casi siempre esto es, extrañamente, ayudar a los demás en sus necesidades.  ¡Vaya verdad!  ¿A quién le interesa abandonar sus propios deseos  para ir en ayuda de un hermano que sufre?  La respuesta parece ser, a muy pocos y, sin embargo esos,  sí son felices y lo serán hasta la eternidad porque están acompañados del Amor.  Nada ni nadie le puede robar la paz. 

Por otro lado, aquellos que siguen el camino de ¨lo que yo quiero es ley¨ son los que al llegar la enfermedad, el fracaso, las desilusiones amorosas o cualquier dificultad se derrumban hasta la más tremenda tristeza y desesperación.    Lo gozado nadie se los quita, es verdad, pero ¿y ahora qué?  ¿Aquellos momentos de lujuria, de dominio sobre el más débil, de derroché de bienes  y miles de otros placeres serán capaces de levantarlos del hoyo en el que terminaron?  La respuesta es sencilla y, ésta es, no. 

Entonces, ¿vale la pena vivir como animales o como seres humanos?  Cada quien elige lo que quiere ser y hacer con su vida.