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jueves, 31 de octubre de 2013

¿Podrán los Animales Oler la Santidad? Por: Teresita





En estos días el Papa Francisco nos invitó a ser una Iglesia de puertas abiertas y que buena idea el permitirle a Dios entrar y salir de su casa cuando quiera, con quien quiera y a donde haga falta.  Si yo, como templo de Dios, me encierro en mi misma por temor a ser lastimada jamás podré ser de ayuda para el que sufre; y esa precisamente  es la voluntad del Dios amoroso.   Es igual con los templos cerrados, que por querer protegerlos dejan de ser lugares de acogida para quienes aún  sufren y  para los misioneros que vienen a recargar fuerzas. Esta idea llego en el momento preciso para mí. Las pasadas semanas había estado cargada de sentimientos negativos por andar pretendiendo que todo se hiciera a mi manera. Conducta infantil muy conocida entre los soberbios. Sintiéndome abatida, quise buscar serenidad en los consejos de algún sacerdote o en el silencio de algún templo; pero los primeros estaban muy ocupados en sus cosas y, para colmo, el Templo estaba cerrado. Pregunté y la razón que me dieron fue porque los adolescentes lo usaban como atajo.  Puras excusas, como dice el Papa en el artículo de El Visitante: Una Iglesia que esté cerrada, no se entiende.” No me quedo otra alternativa que sentarme en una banqueta de la Plaza de aquel Pueblo con un buen libro en la mano: El Combate Espiritual de P. Lorenzo Scúpoli. Muy buen libro, que aprovecho para recomendarlo.
Dios no habita en la inquietud ni en la confusión. Mi encuentro con el sacerdote (muy amable por cierto) me hizo recordar el pasaje de Marta y María con Jesús.  Cuando este le dice: ¨ Marta, Marta andas inquietay nerviosa con tantas cosas.  Solamente una es necesaria. María ha elegido la mejor parte y no se la quitarán.¨ Yo esperaba encontrar paz al hablar con un hombre de Dios, con un sacerdote, pero andaba tan ocupado en tantas cosas que no pudo dar lo que no tenía en aquel momento. No lo culpo, el hizo lo que pudo. Sin embargo, no me quedé sin recibir la paz que tanto anhelaba aquel día.
¡Qué bien que estaba alerta!  Porque mi Padre Dios tenía un regalo maravilloso para mi ese día. Estando sentada en la Plaza Él me presento a Francisca, nombre ficticio, para defenderla de aquellos que la quieren dañar.  ¡Que ser tan espectacular tuve el privilegio de conocer!  Mientras se acercaba Francisca a la Plaza todo se conmocionó. Todos los animalitos la buscaron a mitad del camino y la rodearon. Se notaba que la esperaban con grandes ansias.  Hasta me atrevería a decir que le hacían guardia de honor.   Los gatos, los perros, las palomas, las changuitas, las abejas, toda la naturaleza entera estaba a la expectativa de su llegada. Al parecer ellos pueden distinguir la bondad, la humilde,  la docilidad  y el amor en los seres humanos.¡Que espectáculo tan hermoso! Allí estaba  ella, el ser humano más parecido al humilde carpintero de Nazaret que jamás haya visto, con  sus ropas viejas y gastadas; simulando a   San Francisco,  adornada de rosarios por doquier, rodeada de todo ser vivo que allí se encontraba.  Ella es un buen ejemplo de lo que es vivir según la voluntad de Dios.  Ella es feliz en la calle, entre animalitos porque, según ella, Dios mismo se lo ha pedido luego de que alguien destruyera su cocina.  Con sus fieles amigos  comparte lo poco que consigue para comer y ellos le corresponden su amor con un fiel seguimiento.   ¡Que hermosa es Francisca, que sabia es Francisca, que llena de gracia es Francisca! 
¿Qué vio Juan  Bautista que exclamó a voz en grito: ¨Ahí viene el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.¨? Hoy me es posible entender este pasaje pues seguramente al acercarse Jesús al Río Jordán en busca del bautismo de Juan toda la naturaleza entera detectó y delató la presencia del Hijo de Dios.  Aves del cielo, representativas de lo espiritual, y animales de la tierra, que seguramente también le seguían, estaban allí rodeándolo como lo vi con  Francisca.  La naturaleza entera lo señaló como el Enviado de Dios. Algo vio Juan que no era común y, al igual que yo,creyó que todo aquello se trataba de una manifestación  divina.  El  amor de Dios había llegado a los hombres.  Lo que vio Juan al acercarse Jesús  debió ser tan impresionante que no dudo  ni un segundo en que aquel hombre, quien para colmo era su primo, era el Elegido. Todo lo confirmaba y Juan, un ser humilde, un hombre espiritual, un habitante del desierto, amante del  silencio pudo leer lo que la naturaleza le decía.  
He conocido muy pocos seres espirituales. Sin embargo, Francisca,  aquella hermosa y amorosa anciana me hizo recordar la sencillez y la humildad de mi tío, ya fallecido. Él era un hombre sencillo de campo y acostumbraba alimentar a cuento animal se le acercara. Siempre estaba rodeado de ellos.Recuerdo que el día de su muerte los gallos cantaron cada hora por toda la noche dedicándole una especie de guardia de honor. Fue impresionante como una bandada de palomas adorno, como nunca antes, el cielo de aquella mañana.  Los trinos de las aves nos acompañaron por mucho tiempo. Algo había pasado, los animales despedían (¿o sería que recibían?) a un ser especial para ellos. ¿Será que los animales pueden oler la santidad?
Aquel momento  que estuve con Francisca y los animales en la Plaza me vasto para descubrir lo duro que es el seguimiento de la Ley del Amor. Hasta presa ha ido porque ama a sus animalitos. En la cárcel le cortaron su larga melena virgen que tanto amaba y cuidaba como regalo de Dios. Con lágrimas en los ojos  me narró  como la desnudaron.  Sus propias palabras fueron ¨me torturaron.¨  ¿Quién puede entender un abuso, una violencia tal contra un ser tan dócil, tan inofensivo y  tan compasivo? Pero si me pongo a pensar,  eso mismo hicieron con su Maestro.  A Jesús lo tomaron preso y lo sentenciaron a pena de muerte siendo el más inocente de todos los seres.  El sufrió la vejación de la cruz y también Francisca. ¡Qué crueles podemos llegar a ser con la inocencia! Pero que esto no opaque el regalo de haber conocido a un ser lleno de la imagen del Dios humilde como en su tiempo lo fue San Francisco de Asís.
Estuve una hora como en un éxtasis por lo que  mis ojos veían y mis oídos escuchaban. Una sonrisa se pintó en mi cara y se quedó como congelada durante todo el tiempo que estuve con Francisca.  La paz que buscaba la encontré pero no sola en un templo o  hablando con un sacerdote sino en una banca de una Plaza de un Pueblo cualquiera entre la naturaleza, los animales y una mujer vestida de harapos.   No tendrá muchos títulos universitarios o quizás sí, pero que sabiduría y bondad brota de aquella señora. Que paz me  dejo el solo hecho de haberla conocido, de haberla visto en si diario vivir.  Hoy no necesité nada más para sentirme feliz.  Gracias, Señor, por el sacerdote, que a pesar de estar tan ocupado, me atendió y me sirvió en el Sacramento de la Confesión; pero, sobre todo , gracias por Francisca, tu sierva de a de veras, que por simplemente ser ella me dejó una gran lección de vida. Gracias, Señor, gracias por manifestarte en el humilde.

domingo, 13 de octubre de 2013

DESDE LA GRIETA DE TU COSTADO


                                                       Por: Princesita


Se alegra mi corazón, por encontrarme en el tuyo. 
Vivo refugiada en ti, vivo en la grieta de tu costado. 
Desde allí el mundo se puede ver de manera distinta. 
¿O serás Tú quien mira y siente; y, yo, solo veo y siento  a través tuyo? 
Ahí están todos horrorizados por lo que ven pero, Tú, no sufres
 Más bien también nos contemplas con amor. 
No siento odio, por lo tanto, no sientes odio.
 Solo brota amor de tu corazón roto.
Se derrama sobre todos, amigos y verdugos.  
Me abriga tu calor, tu fuerza, tu amor.
¿Y esa fuerza, de dónde procede?
Del Amor, del perdón, seguramente.
 No existe odio, solo amor encuentro.
Rostros horrorizados me rodean
 Pero el mío, que es el tuyo, está lleno de serenidad.
 Mi cuerpo está destruido pero no hay odio.
 La venganza nunca  hizo nido, no había lugar. 
Todos están ahí, mi madre, mis amigos, los que me amaron,
 Los  seres que me siguieron en mi misión,
Pero faltan los que me traicionaron.
¿Dónde quedaron los que me juraron amor hasta la muerte?
Se han ido, huyeron, pero los amo.
Conozco la debilidad humana,
La he sentido, la he vivido.
¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!
Sin embargo, me pregunto ¿es que Tú también me has abandonado?
Mas, y a pesar de que todo me es adverso, confió.
Padre mío, en tus manos encomiendo mi Espíritu.
Tanto dolor y tanto amor juntos no es posible
Pero así es, desde la grita de tu costado.