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lunes, 25 de junio de 2012

CORDERO O CABRITO


Estudiando mi personalidad he descubierto que soy macho cabrío, pero para nada dócil cordero unido al rebaño.  Es muy duro saber, sobre todo para una persona egoísta como yo, que el Buen Pastor va en pos de la oveja perdida, pero en ningún lado se habla de que vaya en pos del macho cabrío.  Cierto es que un buen pastor da la vida por sus ovejas, él las llama y ellas responden, las lleva a pastar y las defiende de las fieras con su vida.  Las ovejas son capaces de escuchar la voz del pastor y obedecer sus mandatos que las conducen a pastos seguros.  Entonces, si alguna se pierde él abandona las otras y va en pos de la perdida y la busca hasta dar con ella, pero no así en el caso de los machos cabríos, no así.  En estos casos es distinto, Dios actúa como el padre del hijo prodigo, éste lo deja marchar a sabiendas de que le irá muy mal, pero no lo detiene pues no tendría caso.  La terquedad, la obstinación,  la negación y el egoísmo del hijo no le permiten escuchar, ni ver.  Lo que quiere es vivir según su parecer, a su antojo y manera, porque él sí sabe cómo, él sí tiene la razón. Se encuentra enajenado de la ventura que es vivir junto a su padre.  Con todos los beneficios de un hijo amado: comida, vestido, hermanos, madre y padre.  ¿Por qué  le resultó tan difícil darse cuenta de esto antes de pasar por todas las calamidades a las que se enfrentó?   Debió verse sin nada, sin dinero,  sin vestido, sin comida; y sobre todo, sin su familia, sin el amor de su padre bueno, para que de esta manera pudiera reaccionar.

 Cuanta sordera, cuanta ceguera, es que no hay solución.  El hijo prodigo encontró una: el regresó al lado de su padre sabiendo que había perdido todos los privilegios que tuvo alguna vez, pero pensó que a su lado al menos tendría comida como cualquier obrero.  Qué maravilla leer aquel pasaje, pues al verlo acercarse, su padre corrió a recibirlo y lo abrazo fuertemente muy contento porque había regresado su hijo amado. No pudo contener tanta alegría y armó una gran fiesta en su honor para festejar su regreso a casa.

¿Qué habría pasado si el hijo no se arrepiente de su mala vida y regresa a su casa arrepentido?  Otra sería la historia, muy posiblemente, él habría muerto de hambre por su terquedad.  Su obstinación habría sido su tumba, la negación le habría servido de mortaja y la soberbia de lápida.  Esta es la triste realidad del macho cabrío, que aun estando en grave peligro, si ve a alguien acercarse (con la intención de salvarlo)  subirá cada vez  más por el  acantilado hasta despeñarse.  Él  no es capaz de rendirse, no puede, mejor prefiere dejarse caer al abismo antes que recibir ayuda, pero Dios sabe esto y hace lo que tiene que ser hecho por el bien de todos sus hijos.  Él nos tiene paciencia y nos espera serenamente para devolvernos el título de hijos cuando decidamos regresar.

Es un mensaje de esperanza  para aquellos más rebeldes, los que parece que están totalmente perdidos y no hay nada que se pueda hacer por ellos.  Todos podemos convertir nuestras vidas en útiles y felices llenas del amor de Dios, bastaría una sola y sencilla decisión: regresar, aceptar su amor incondicional.   Dios sabe que esto sólo pasará el día en que toquemos fondo.

 En mi caso, solo necesito despertar, darme cuenta de que estoy viviendo separada de Dios y decidir volver a la casa de mi Padre.  Seguramente, él me estará esperando, y al acercarme correrá hacía mí, con los brazos abiertos,  para darme un abrazo de bienvenida.  El no irá por mí antes, aun deseándolo muchísimo, pues  sabe que necesito reaccionar por mí misma.  El me hizo libre y libremente quiere que decida regresar para amarle y servirle.
Reconozco, Señor, que si me falta tu gracia jamás podré regresar,  pero también sé que siempre contaré con tu apoyo incondicional porque tú eres fiel.  Si  de algo estoy segura   es de que tú quieres lo mejor para mí.  Hágase.

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