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viernes, 11 de enero de 2013

Gritos de Alerta


Me siento rodeada de gritos de auxilio.  En todas partes veo a las personas sufriendo amargamente por falta de sentido.  Algunos lo expresan con lágrimas, depresión, otros con enojo irracional o con burlas y de muchas otras maneras solemos  gritarle al mundo que necesitamos ayuda.  ¿Por qué nos resultará tan difícil pedir ayuda abiertamente?

Entré a la página de twitter del Papa Benedicto y para mi sorpresa lo que encontré fueron insultos a cada una de sus palabras.  Me sorprendí de entrada, no lo voy a negar, pero ahora entiendo que sólo se trata de gritos de alerta, de auxilio, de dolor, de soberbia y de, más que nada, miedo.  Cuando Jesús predicaba también se encontró con los endemoniados, que cargados de cadenas y gran angustia, le complicaban la vida haciéndose obstáculos para la salvación ajena y propia.  El Señor, más que despreocuparse de ellos y dar la media vuelta, se acercaba  y los sanaba.  Expulsó de cada uno los demonios que los atormentaban.  Ellos no eran necesariamente culpables de su mal comportamiento sino que eran ya esclavos de su enfermedad mental y emocional; y Jesús, sabiendo esto, los desató.  En algunos casos la sanación del enfermo del espíritu no era asunto fácil y Jesús les recomendaba a sus discípulos, al igual que a los enfermos, que era necesario mucho ayuno y oración.  ¿Es qué podemos sanar a nuestros enfermos del alma en nuestros días?  Nosotros no, pero Jesús sigue siendo el mismo hoy y siempre, por lo tanto, si le  pedimos consejo al respecto Él nos lo dará y podremos trabajar unidos en contra de los males sociales que nos arropan hoy.

Es muy fácil juzgar a las personas por su mal comportamiento tildándolos de mal educados, de locos, de violentos, de antisociales y hasta de criminales pero ¿qué hay detrás de esos modos de actuar?  Usualmente y lamentablemente lo que casi siempre encontramos son personas emocionalmente enfermas que no han tenido la dicha de aprender a amar y ser amados.  Son niños cuyas familias están rotas o que  tanto papá como mamá han tenido que salir a la calle a buscar trabajo.  Los hijos  quedan con abuelos o terceras personas que entienden que criar no es su responsabilidad.  Sus niñeras suelen ser los juegos de video  que para colmo son casi siempre clasificados para adultos,  y yo  añadiría, violentos.  Y seguimos preguntándonos ¿por qué crece el desamor en nuestra sociedad moderna?  Es que cada vez son menos los que se consideran responsables de la enseñanza de los valores y del amor tanto a sí mismo como al prójimo.

Los grupos de la calle se convierten en un lugar de refugio para aquellos que se consideran abandonados y solos.  Pero allí, todos sabemos que lo que encontramos es droga, todo tipo de vicio, criminalidad y trabajo fácil que  terminan matando el poco amor que pudiera quedar en el individuo ya enfermo.  Cuando el dolor y la soledad llegan a límites insostenibles comienza entonces la autodestrucción y destrucción del entorno.  Buscando un poquito de atención, y sobre todo ayuda, somos capaces de las cosas más inverosímiles, por ejemplo,  entrar a las cuentas de personas religiosas y lugares religiosos de las redes sociales a insultar y hacer el mayor daño posible sin razón aparente.  Pero sí, existe una razón, y esta es hacerle saber a todos que estoy mal y dar gritos pidiendo ayuda disfrazados de insultos.  Esto es en los casos más sencillos, claro esta, porque de los casos críticos ya conocemos los resultados.  Han sido muchos los inocentes que han pagado con su vida por el egoísmo, la soberbia y las enfermedades mentales que se habrían podido evitar con un poco de amor.   

No tenemos las manos atadas.  El mal en nuestro mundo tiene solución y es nuestro Señor Jesucristo.  Ya Él vino en nuestro rescate y fue capaz de  dar la vida por todos.  Con su muerte morimos al pecado y con su resurrección vivimos para la eternidad.  Lo único que nos pide es que le creamos, que nos fiemos de Él.  Nada más que eso, creer en su amor eterno y misericordioso.  La solución, que parece muy sencilla, requiere un paso muy difícil para muchos y es tener  un corazón humilde.  Un corazón manso y humilde Tú no lo desprecias.

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