Me siento rodeada de gritos de auxilio. En todas partes veo a las personas sufriendo
amargamente por falta de sentido.
Algunos lo expresan con lágrimas, depresión, otros con enojo irracional
o con burlas y de muchas otras maneras solemos gritarle al mundo que necesitamos ayuda. ¿Por qué nos resultará tan difícil pedir
ayuda abiertamente?
Entré a la página de twitter del Papa Benedicto y para mi
sorpresa lo que encontré fueron insultos a cada una de sus palabras. Me sorprendí de entrada, no lo voy a negar,
pero ahora entiendo que sólo se trata de gritos de alerta, de auxilio, de
dolor, de soberbia y de, más que nada, miedo.
Cuando Jesús predicaba también se encontró con los endemoniados, que
cargados de cadenas y gran angustia, le complicaban la vida haciéndose
obstáculos para la salvación ajena y propia.
El Señor, más que despreocuparse de ellos y dar la media vuelta, se
acercaba y los sanaba. Expulsó de cada uno los demonios que los
atormentaban. Ellos no eran
necesariamente culpables de su mal comportamiento sino que eran ya esclavos de
su enfermedad mental y emocional; y Jesús, sabiendo esto, los desató. En algunos casos la sanación del enfermo del
espíritu no era asunto fácil y Jesús les recomendaba a sus discípulos, al igual
que a los enfermos, que era necesario mucho ayuno y oración. ¿Es qué podemos sanar a nuestros enfermos del
alma en nuestros días? Nosotros no, pero
Jesús sigue siendo el mismo hoy y siempre, por lo tanto, si le pedimos consejo al respecto Él nos lo dará y
podremos trabajar unidos en contra de los males sociales que nos arropan hoy.
Es muy fácil juzgar a las personas por su mal
comportamiento tildándolos de mal educados, de locos, de violentos, de antisociales
y hasta de criminales pero ¿qué hay detrás de esos modos de actuar? Usualmente y lamentablemente lo que casi
siempre encontramos son personas emocionalmente enfermas que no han tenido la
dicha de aprender a amar y ser amados.
Son niños cuyas familias están rotas o que tanto papá como mamá han tenido que salir a
la calle a buscar trabajo. Los hijos quedan con abuelos o terceras personas que
entienden que criar no es su responsabilidad.
Sus niñeras suelen ser los juegos de video que para colmo son casi siempre clasificados
para adultos, y yo añadiría, violentos. Y seguimos preguntándonos ¿por qué crece el
desamor en nuestra sociedad moderna? Es
que cada vez son menos los que se consideran responsables de la enseñanza de
los valores y del amor tanto a sí mismo como al prójimo.
Los grupos de la calle se convierten en un lugar de refugio
para aquellos que se consideran abandonados y solos. Pero allí, todos sabemos que lo que
encontramos es droga, todo tipo de vicio, criminalidad y trabajo fácil que terminan matando el poco amor que pudiera
quedar en el individuo ya enfermo.
Cuando el dolor y la soledad llegan a límites insostenibles comienza
entonces la autodestrucción y destrucción del entorno. Buscando un poquito de atención, y sobre todo
ayuda, somos capaces de las cosas más inverosímiles, por ejemplo, entrar a las cuentas de personas religiosas y
lugares religiosos de las redes sociales a insultar y hacer el mayor daño posible
sin razón aparente. Pero sí, existe una
razón, y esta es hacerle saber a todos que estoy mal y dar gritos pidiendo ayuda
disfrazados de insultos. Esto es en los
casos más sencillos, claro esta, porque de los casos críticos ya conocemos los
resultados. Han sido muchos los
inocentes que han pagado con su vida por el egoísmo, la soberbia y las
enfermedades mentales que se habrían podido evitar con un poco de amor.
No tenemos las manos atadas. El mal en nuestro mundo tiene solución y es
nuestro Señor Jesucristo. Ya Él vino en
nuestro rescate y fue capaz de dar la
vida por todos. Con su muerte morimos al
pecado y con su resurrección vivimos para la eternidad. Lo único que nos pide es que le creamos, que
nos fiemos de Él. Nada más que eso, creer
en su amor eterno y misericordioso. La
solución, que parece muy sencilla, requiere un paso muy difícil para muchos y
es tener un corazón humilde. Un corazón manso y humilde Tú no lo
desprecias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario