Mirando mi
pasado, como en un espejo, veo como me comportaba, como reaccionaba a las
circunstancias adversas; y allí estoy, echa un guiñapo de mujer, sometida al
miedo. El Demonio es un ser real que se
ocupa en sembrar el mal en el mundo pero lo hace de manera tan sutil y engañosa
que incluso terminamos culpando a Dios
de sus maldades. Eso me pasó a mí. Culpé al Inocente del mal del enemigo y
terminé desencantada de mi Dios amoroso.
En todo caso, esa es la misión del Maligno, engañar a los hombres. Los sentimientos de un demonio vivían dentro
de mí. La soberbia, envidia, enojo,
resentimiento, malos pensamientos y muchos otros vicios tenían cama en mi
interior. Era una esclava de ellos, un ser despreciable en mi
interior. No era posible mirarme de frente y ocultaba lo que era de cualquier forma. El colmo era que me creía una persona buena
que Dios mantenía sumergida en el sufrimiento, porque esa era su voluntad, y
contra la que no podía hacer nada. ¿Cómo
amar a un Dios así? El intentarlo me
endiosaba más para mi condenación.
Pretendía
ser como Dios, ser buena por mis fuerzas, jugué al papel de Él y me afané
muchísimo en lograrlo; pero como es obvio, fracasé, y el fruto de mi conducta
sólo fue la enfermedad mental y emocional.
Hoy acepto mi fracaso, yo no soy dios y no podré llegar a serlo
nunca. Por la gracia del Padre está
llegando la verdad a mi mente y a mi vida sin siquiera saber cómo. El hecho de estar pegada cada vez más de Él, sin temerle ya, me está dando una
visión de la vida muy distinta y llena de conocimiento, lo cual es un milagro
que vivo a diario. No lo puedo llamar
de otra manera. Verme viendo, saberme
escuchando son cosas que supuse estar haciendo pero de ninguna manera. El Demonio,
esa parte oscura que vive en cada hombre, me tenía y aún me tiene muy engañada. Hoy,sintiéndome más libre y desenredada,
comienzo a escuchar y a ver aquello que me era oculto por mi orgullo y
soberbia. Ahora puedo reconocer que no
podía amar, pues solo me amaba a mí como el único ser importante en el universo,
y que los demás estaban ahí solo para mi servicio y bienestar. Así, de la mano del Padre, me estoy dando cuenta de la incapacidad que tengo para amar
sola. Amaré estando pegada a Dios Padre
y solo junto a Él. “Porque solo tú eres santo solo tu Señor solo
tu altísimo Jesucristo…”, se recita en la misa a diario, claro que lo escuché
mil veces; y no la entendí hasta ahora,
por la gracia de Dios, pues todo es gracia.
Con Él todo y sin Dios nada, son palabras que también toman significado
como si una venda se estuviese desprendiendo de mi vista.
Estuve,
literalmente, frente a mi demonio alguna vez en mi vida. Ahora lo puedo entender. Estaba en un momento de crisis emocional provocado por mi idea de que yo
no quería ir al infierno y para eso tenía que portarme muy bien. Tenía que ser buena y serlo se volvió obsesión.
Pensando así, un sacerdote me
hizo ver que los pecados se deben reparar y uno vino a mi mente para mi
desgracia pues era algo imposible de arreglar. No tarde en rendirme ante la fatalidad. Dios me había abandonado y me quería
entregarme al infierno; así pensaba. Fueron
dos años sin casi poder dormir. Sin poder descansar me hundí en una fatiga
mental impresionante que me hacía sentir la muerte cada noche. En una de aquellas cientos de noches oscuras
y tenebrosas me encontré con lo que creí mi ángel esperándome más allá de la
muerte. Allí estaba él y al verme se
alegro. Me recibió con un beso algo
andaba mal pues sus ojos eran de serpiente: era mi demonio. Más no era mi momento y mi Dios (el cual jamás
dejó de amarme) me devolvió a la
vida. Ahora sé para que Dios me dejo
vivir, quería que me diera cuenta de lo equivocada que estaba y de lo mucho que
me amaba en realidad. Él no es como yo
lo creía y ahora se me está revelando por gracia. Bendito sea Dios.
Por hoy, debo
aprender a convivir con mi ángel y con mi demonio. Como dice una bonita frase: dejando que mi
león descanse junto a mi cordero. En mi
habitan tanto el bien como el mal, pero siempre debo recordar que el mal es
mentiroso y no pide permiso para obrar el mal dentro de mí; y por otro
lado, el bien es respetuoso y no entra a
dirigir nuestras vidas a menos que le
demos permiso.
Concluyo
diciendo: entra en mi vida, mi Padre Dios, como
mi Rey y Señor. Sin ti no puedo
amar y jamás podré ser feliz. Ven, Señor, Jesús. Espanta a los demonios que habitan dentro de
mí. Permite que la unción del Espíritu
Santo limpie mi pecado y mis miedos para servirte en los hermanos. Declaro que te acepto como mi Dios y Señor. Venga tu Reino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario