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jueves, 19 de julio de 2012

MIRANDO DE FRENTE A MI DEMONIO


Mirando mi pasado, como en un espejo, veo como me comportaba, como reaccionaba a las circunstancias adversas; y allí estoy, echa un guiñapo de mujer, sometida al miedo.  El Demonio es un ser real que se ocupa en sembrar el mal en el mundo pero lo hace de manera tan sutil y engañosa que incluso terminamos culpando  a Dios de sus maldades.  Eso me pasó a mí.  Culpé al Inocente del mal del enemigo y terminé desencantada de mi Dios amoroso.   En todo caso, esa es la misión del Maligno, engañar a los hombres.  Los sentimientos de un demonio vivían dentro de mí.  La soberbia, envidia, enojo, resentimiento, malos pensamientos y muchos otros vicios tenían cama en mi interior.  Era   una esclava  de ellos, un ser despreciable en mi interior.  No era posible  mirarme de frente y  ocultaba lo que era de cualquier forma.  El colmo era que me creía una persona buena que Dios mantenía sumergida en el sufrimiento, porque esa era su voluntad, y contra la que no podía hacer nada.  ¿Cómo amar a un Dios así?  El intentarlo me endiosaba más para mi condenación.

Pretendía ser como Dios, ser buena por mis fuerzas, jugué al papel de Él y me afané muchísimo en lograrlo; pero como es obvio, fracasé, y el fruto de mi conducta sólo fue la enfermedad mental y emocional.  Hoy acepto mi fracaso, yo no soy dios y no podré llegar a serlo nunca.  Por la gracia del Padre está llegando la verdad a mi mente y a mi vida sin siquiera saber cómo.  El hecho de estar pegada cada vez más  de Él, sin temerle ya, me está dando una visión de la vida muy distinta y llena de conocimiento, lo cual es un milagro que vivo a diario.   No lo puedo llamar de otra manera.  Verme viendo, saberme escuchando son cosas que supuse estar haciendo pero de ninguna manera. El Demonio, esa parte oscura que vive en cada hombre, me tenía y aún me tiene  muy engañada.  Hoy,sintiéndome más libre y desenredada, comienzo a escuchar y a ver aquello que me era oculto por mi orgullo y soberbia.  Ahora puedo reconocer que no podía amar, pues solo me amaba a mí como el único ser importante en el universo, y que los demás estaban ahí solo para mi servicio y bienestar.  Así, de la mano del Padre, me estoy dando  cuenta de la incapacidad que tengo para amar sola.  Amaré estando pegada a Dios Padre y solo  junto a Él.  “Porque solo tú eres santo solo tu Señor solo tu altísimo Jesucristo…”, se recita en la misa a diario, claro que lo escuché mil veces; y no la entendí  hasta ahora, por la gracia de Dios, pues todo es gracia.  Con Él todo y sin Dios nada, son palabras que también toman significado como si una venda se estuviese desprendiendo de mi vista.

Estuve, literalmente, frente a mi demonio alguna vez en mi vida.  Ahora lo puedo entender.  Estaba en un momento de  crisis emocional provocado por mi idea de que yo no quería ir al infierno y para eso tenía que portarme muy bien.  Tenía que ser buena y serlo se volvió  obsesión.  Pensando así,  un sacerdote me hizo ver que los pecados se deben reparar y uno vino a mi mente para mi desgracia pues era algo imposible de arreglar. No tarde en rendirme  ante la fatalidad.  Dios me había abandonado y me quería entregarme al infierno; así pensaba.  Fueron dos años sin casi poder dormir. Sin poder descansar me hundí en una fatiga mental impresionante que me hacía sentir la muerte cada noche.  En una de aquellas cientos de noches oscuras y tenebrosas me encontré con lo que creí mi ángel esperándome más allá de la muerte.  Allí estaba él y al verme se alegro.  Me recibió con un beso algo andaba mal pues sus ojos eran de serpiente: era mi demonio.  Más no era mi momento y mi Dios (el cual jamás dejó de amarme) me  devolvió a la vida.  Ahora sé para que Dios me dejo vivir, quería que me diera cuenta de lo equivocada que estaba y de lo mucho que me amaba en realidad.  Él no es como yo lo creía y ahora se me está revelando por gracia.  Bendito sea Dios.

Por hoy, debo aprender a convivir con mi ángel y con mi demonio.  Como dice una bonita frase: dejando que mi león descanse junto a mi cordero.  En mi habitan tanto el bien como el mal, pero siempre debo recordar que el mal es mentiroso y no pide permiso para obrar el mal dentro de mí; y por otro lado,  el bien es respetuoso y no entra a dirigir nuestras vidas a  menos que le demos  permiso.

Concluyo diciendo: entra en mi vida, mi Padre Dios, como  mi Rey y Señor.  Sin ti no puedo amar y jamás  podré ser feliz.  Ven, Señor, Jesús.  Espanta a los demonios que habitan dentro de mí.  Permite que la unción del Espíritu Santo limpie mi pecado y mis miedos para servirte en los hermanos.  Declaro que te acepto como mi Dios y Señor.  Venga tu Reino.

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