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viernes, 27 de julio de 2012

¿Qué es un neurótico?


Ser neurótico, para mí, es habitar en tierras infernales  buscando las celestiales. Otros definen la neurosis como una devastadora debilidad producida por las emociones mal encausadas.  Para saber lo que siente un neurótico definitivamente debes ser uno.  Es igual que para saber lo que siente un homosexual tendrías que serlo.  Para experimentar la lucha interna que se hace para discernir quién se es y por qué se siente así es necesario estar en los pantalones del ser humano que sufre.  Sólo quien ha sentido el dolor de la neurosis sabe lo que es ser neurótico.  Desde este punto de vista, puedo describir perfectamente los dolores agónicos que siente un enfermo emocional y mental.

El neurótico quiere: quiere amar, quiere que le amen, quiere ser feliz, quiere ser normal, quiere ser bueno, quiere ser útil, quiere ser como los demás pero, para su enorme pesar y perdición, no puede.  Es éste el peor horror del neurótico su total incapacidad para hacer las cosas más sencillas de la vida como lo sería darse un baño o levantarse a trabajar.  El solo hecho de intentar conducir un auto es algo que supera sus fuerzas, no es capaz.  Querer cuidar de un enfermo es un suplicio que lo tortura hasta la agonía, pues quiere ayudar a sus familiares, que supuestamente ama entrañablemente, pero no puede, el miedo lo domina. Velar y cuidar de los niños es una faena que usualmente no desemboca en nada bueno pues el neurótico quiere que sean buenos a toda costa sin dejarlos ser simplemente niños. El es dominante con los más débiles porque se siente inferior a los demás.  Y ni qué hablar de salir a la calle. Qué cosa más sencilla verdad, pero para un enfermo emocional existe una pared de frente que no lo deja salir de su entorno seguro.  Por lo tanto se va aislando y se convierte en un ser solitario.  No hay un ser más solo que un neurótico.

 La enfermedad lo tortura, la propia y la ajena.  No es capaz de entender por qué Dios la permite y la ve como un castigo divino. La idea de la muerte lo domina y siempre está enfermo de algo nuevo y mortal. El neurótico culpa a Dios de todo lo malo que le pasa sin darse cuenta de que Él es todo bien.  El enfermo emocional no tiene la capacidad de amar porque es radicalmente egoísta pero no lo sabe y esta misma incapacidad  lo hace enfermar más y más hasta el infinito.  Busca medicina en las drogas y el alcohol lo que culmina en la adicción y total destrucción de su entorno tanto familiar como laboral y social.  Poco a poco se van convirtiendo en un despojo de la sociedad.  Nadie los quiere cerca y  hasta los más iluminados les temen.  La mayoría termina en las calles y el  manicomio, otros con mayor suerte, son acogidos por sus familias como si fueran niños pequeños dependientes y molestos.

La realidad de un neurótico religioso es aun más desconcertante.  Cree pero su fe no lo libra de su dolor.  Conoce a Dios, es más, puede haber nacido  en la Iglesia y haber vivido en ella prácticamente, pero no puede amar ni sentir al dios que venera.  Siente que Dios le vigila pero para castigarle si se equivoca y si peca.  No sabe lo que es amor, por lo tanto le da a Dios un puesto de inquisidor y no de un Padre benevolente, rico en amor y misericordia.  Dios mismo, él cual es el único salvador, lo condenó  al infierno de la neurosis y  ahora se encuentra perdido sin saber a dónde escapar,  mirar o esconderse. Vive en su infierno y su única compañía son el miedo, la ira, la depresión, la envidia, la pereza, la ansiedad y todos los demás desórdenes emocionales.  La fatalidad es lo único que ve en el horizonte. La muerte la  desea con anhelo pero no se puede tener, porque significaría eterna agonía y ya no sólo agonía.  Morir significa descanso para los no creyentes pero quitarse la vida para un creyente es el peor de los pecados  y por lo tanto, para un neurótico religioso, no es opción siquiera pensar en el suicidio.

¿El fin de un enfermo emocional es en definitiva la muerte en vida? Eso tristemente pensaba y viví hasta hace poco pero no es así.  Existe un arcoíris luego de la gran tempestad. Por hoy, solo por hoy, poco a poco y paso a paso, mi ahora amoroso y misericordioso Padre Dios, me va mostrando destellos que me llevan a pensar que hay luz al final del túnel.   Ahora, por la gracia de Dios,  habito en un lugar o estado anímico donde es posible respirar y mirar al futuro con confianza y esperanza.  Pero ¿qué pasó para que este día llegara?  Toqué fondo, la esquizofrenia se asomó en mi vida con todos sus absurdos.  Cuando llegas al fondo y no encuentras nada más que hacer, para liberarte de tu dolor indescriptible, sólo te queda mirar al Cielo.  Y eso hice, derrotarme y por primera vez  acepté el amor de Dios, ese que siempre estuvo a mi disposición; y que no aceptaba por creerme la más pecadora de todas las personas. Lo que siguió a la aceptación del amor de Dios fue que comencé a buscar medios para conocerle más y verdaderamente pues tenía un concepto de Él muy distorsionado y equivocado para mi desgracia.  Dios es todo amor y aun no lo conocía como Él se lo merecía. Cuando Dios comienza a manifestarse como Padre amoroso empieza un proceso de entrega.   Ahora mi vida le pertenece a él, la puse en sus manos para que  paso a paso la transforme.  Saberme amada por Dios, sentirme amada y rodeada de Él ha sido lo que siempre quise pero que jamás pensé tener.  Eso es salir del infierno, pues sólo los amados pueden amar.

Mi sanación interior y mi conversión están muy lejos de ser totales pues Dios me sacó del infierno pero no me lanzó al Cielo.  Él rompe las cadenas que nos atan y nos da la libertad y las herramientas necesarias para dedicarnos, por fin, al amor caritativo que es  la principal vocación de todo hijo de Dios y la única cura a la neurosis que conozco.

Terminaré con esta frase: “Ahora sé que Dios sabe que no lo puedo amar y aun así me ama y me espera.  Sólo me pide que lo intente que con eso le basta para empezar.  El sí me conocía y me está presentando ante mí misma.  Cara a cara ante mis miedos, mis traumas y mis pecados y junto a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo la vida toma otro rumbo.  Ya no estoy sola y vivir en comunidad con Dios y con los hermanos comienza a hacerme útil y feliz.”

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