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martes, 24 de julio de 2012

VIDA EN EL ESPÍRITU


Mi vida está tomando un curso inesperado. Hay una monja, cuyo nombre no recuerdo, que hace hermosísimas obras de arte con puros puntos.  Algo así está pasando con mi vida.  Punto a punto Dios Padre va diseñando un camino para mi conversión. Un punto a la vez, un paso a la vez y un día a la vez Él me va revelando aspectos importantes de lo que es una vida llena de amor y sin miedo, una nueva vida en el Espíritu.

Vivía dominada por el miedo el cual me privaba de recibir el amor de Dios.  Cómo amar a quién culpas de tus desgracias, es algo imposible; y de eso se había ocupado muy bien el demonio, de echarle la culpa a Dios de todas sus maldades.  Por hoy, me sorprendo del gusto que es estar entre la gente y de formar parte de una sociedad a la que le huía.  Vivía a la carrera procurando estar alejada lo más posible de todos, es más, podía estar rodeada de personas y sentirme totalmente sola.  Andaba ansiosa, a toda prisa siempre, para ya no estar en ninguna parte.  Ahora me estoy dando a la tarea de andar pausadamente, no solo en mí interior, sino en todo lo correspondiente a la vida en general.  Andar despacio, comer despacio, rezar despacio, en fin, vivir despacio.  En la calma, en momentos de serenidad es donde Dios Trinidad se manifiesta al hombre.

El hecho de aceptar en mi corazón la sencilla verdad de que yo no puedo salvarme por mis medios fue el inicio de un bordado que aún no sé qué es ni para que será útil.  Entregar mi vida en las manos de Dios Padre conduce a un bautismo.  Es necesario limpiar la casa por dentro de todo trauma, dolor, herida, resentimiento, ofensa, delito, envidia, recelo, odio, egoísmo y miles de vicios más. Este bautismo parece ser necesario para el siguiente paso que es un bautismo pero en el Espíritu Santo.  Dios quiere llenarme el Él sin que quede ninguna duda, pero este llenarme del Espíritu de Dios supone algo más; Él me dotará  de carismas para que sirva con ellos a los hermanos.  Lo que de gratis se me da de gratis debo darlo.  Parece que descubrir cuál es mi carisma es un  placer y un motivo de agradecimiento a Dios pues nos confirma que Dios se ha fijado en nosotros.

Por otro lado, parece que el paquete viene completo, sanidad tanto del alma como del cuerpo y la última es  para confirmar la primera.  En este punto, que es el más nuevo para mí, debo tener mucho cuidado pues el cuerpo cambia en todo sentido y pareciera que me enfermo más que curarme. Mi existencia se ha convertido en un torbellino de emociones que están alterando mi presión arterial. Entonces se dirige mi  pensamiento a Jesús en el desierto, luego de haber recibido al Espíritu Santo, allí Él es tentado. El poder que nace de la total liberación del hombre parece conducir al error de creerse como Dios o incluso más que Él.  Sentirme libre de todo miedo puede llevarme a pensar que ya no necesito más de Dios, y que puedo hacer lo que quiera, tener lo que quiera y cambiar a los demás a mi antojo y manera.  Todo está a mi alcance y disposición.  El mundo queda todo a mis pies.  Este es el momento en el que la humildad viene al rescate.  No soy Dios, sino una amado hija suya por su gracia pues mi realidad es la de una simple sierva.

Así es mi vida hoy, voy redescubriendo muchas cosas que no eran nuevas pues yo soy bautizada y confirmada en mi fe.  He recibido todos los sacramentos de iniciación cristiana, entonces me pregunto ¿qué pasó conmigo que no vivía como correspondía a un bautizado?  Esa es la pregunta que me lanza en brazos de la Renovación Carismática Católica.  Esa nueva efusión del Espíritu de Dios que se inicia fuera de la Iglesia, es esencialmente eso, una renovada efusión del Espíritu que abarca y reúne al mundo entero.  El Espíritu Santo no le pertenece a nadie, pues está en todo y en todos.  Él es el puro amor y por lo tanto es libre para  hacer lo que quiera. Así es Dios, pareciera que hasta nos bromea y siendo que Él ha habitado en su Iglesia siempre, prefiere manifestarse de manera renovada a unos hombres de fe ajenos a ella.  Sin embargo, ésta acogió con humildad este nuevo movimiento dándose cuenta, por ese mismo Espíritu que habita en ella, que era Dios mismo quien quería manifestarse en su Pueblo de forma renovada.  Así es Él.

Mi manera de pensar es el de un principiante y no escribo como didacta sino más bien como testigo.  Mis letras son el resultado de mis experiencias en el nuevo camino de fe que Dios me va trazando.  El me guía y yo me dejo, eso es todo.  Si alguien alcanza a leer esto alguna vez te diré que todo se inicia aceptando que solos no podemos alcanzar la felicidad añorada y que para hacerlo debemos ponernos en las manos de Dios. El primeramente nos dirá que nos ama así tal cual somos y nos pedirá que le amemos así tal cual. Luego, juntos limpiaremos la casa y sacaremos lo que está podrido y pudriendo a lo bueno que debe haber por ahí.  Con esta limpieza lograremos que el Espíritu de Dios entre a vivir definitivamente a nuestras vidas. Una vez estemos caminando juntos, y libres ya del egoísmo, nos llenará de obsequios que nos servirán para la mejor convivencia con los hermanos.

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