Desde el
hoy, lleno de maneras nuevas de ver las cosas, visualizo la importancia que ha
tenido la Eucaristía en mi vida. Entonces,
me pregunto ¿aquellas comuniones que recibí, aun siendo pecadora, terca y obstinada,
fueron para mi condenación? Ahora puedo afirmar, sin que me queda duda, que no,
claro que no. Todos los encuentros con
el Señor en la eucaristía, y todas aquellas horas interminables frente a su
presencia en el Santísimo, sirvieron para que me mantuviera con vida. Por mi parte, la vida ya había terminado, la
había entregado a la fatalidad, me había
rendido. Ya no quería vivir, la vida me parecía
una carga pesada, que no quería, pero que tampoco podía deshacerme de ella. El
suicidio está prohibido ante las leyes de Dios y yo, aun cuando fuera por miedo, intentaba cumplirla al pie de la
letra. Como procuré no apártame de los Sacramentos Jesús me alimentó durante todos estos años de muerte
en vida.
Jesús es el
alimento que da vida, eso es innegable. Venía,
se me entregaba, se me daba sólo para conservar mi vida. Su acción fue la del alimento real: darme
fuerzas para seguir adelante. Hoy
entiendo, por su gracia, que también en este punto le debo la vida. Primero la vida natural, luego está y más
tarde vendrán las demás. Qué grande es mi Dios en el que puse mi
confianza. En la oscuridad es imposible
ver pero una vez se comienzan a caer las escamas de los ojos todo es como en el
día. Nada queda oculto. Qué manera tan
impresionante tiene Dios para amar y demostrarnos su gigante y eterno amor. Él se nos da a todos sin medida y no solo en
la prosperidad sino en la miseria. Si alimentará
sólo a los sanos y fuertes qué mérito tendría. Jesús se da a los enfermos,
flacos y débiles de espíritu para darles vida.
Él es así.
Pero para
qué conservar mi vida. Hoy espero algo más. Escarbando, sacando toda yerba mala de mi pasado como de mi presente, me preparo así para la venida
de Dios a mi vida como Rey y Señor definitivo.
La gracia de Dios no hace morada en lugares sucios y oscuros. Primero debe ocurrir un bautismo. Un limpiarse de todo lo malo. Busco y espero la plenitud del Espíritu por la
gracia de Dios. Cuanto amor, cuanta bendición, cuanta revelación estaba a mi
vista y por mi ceguera espiritual no los podía ver. Por hoy, espero con fe la
llegada del Espíritu Santo a mi vida
como en tiempo de los apóstoles. Esta efusión
viene acompañada de dones y carismas para el bien de los hermanos sabiendo que
la opción de los hijos de Dios siempre debe ser por los más pobres de entre los pobres. También, y no menos real e importante,
vendrán las persecuciones y el odio que rodean al mensaje de salvación. El enemigo sabe que
muchas almas se salvan una vez descubren el amor infinito e incondicional de
Dios Trino. Por eso, momentos difíciles no faltarán y tentaciones habrá a
granel; pero con la ayuda de Dios saldremos victoriosos.
Esta nueva
aventura a la que me llama el Señor es
muy dura pero con Él y en Él todo es posible.
Yo con mis solas fuerzas ya me voy olvidando, ya esa parte la aprendí
duramente. Sin Él no puedo hacer nada y
nada es NADA. Terminaré con esta exclamación: “Ven, Espíritu Santo.”
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