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jueves, 9 de agosto de 2012

JESÚS SIEMPRE ESTUVO CONMIGO


Desde el hoy, lleno de maneras nuevas de ver las cosas, visualizo la importancia que ha tenido la Eucaristía en mi vida.  Entonces, me pregunto ¿aquellas comuniones que recibí, aun siendo pecadora, terca y obstinada, fueron para mi condenación? Ahora puedo afirmar, sin que me queda duda, que no, claro que no.  Todos los encuentros con el Señor en la eucaristía, y todas aquellas horas interminables frente a su presencia en el Santísimo, sirvieron para que me mantuviera con vida.  Por mi parte, la vida ya había terminado, la había entregado a  la fatalidad, me había rendido.  Ya no quería vivir, la vida me parecía una carga pesada, que no quería, pero que tampoco podía deshacerme de ella. El suicidio está prohibido ante las leyes de Dios y yo, aun cuando fuera  por miedo, intentaba cumplirla al pie de la letra.  Como  procuré no apártame de los Sacramentos  Jesús me alimentó durante todos estos años  de muerte en vida.

Jesús es el alimento que da vida, eso es innegable.  Venía, se me entregaba, se me daba sólo para conservar mi vida.  Su acción fue la del alimento real: darme fuerzas para seguir adelante.  Hoy entiendo, por su gracia, que también en este punto le debo la vida.  Primero la vida natural, luego está y más tarde vendrán las demás. Qué grande es mi Dios en el que puse mi confianza.  En la oscuridad es imposible ver pero una vez se comienzan a caer las escamas de los ojos todo es como en el día.  Nada queda oculto. Qué manera tan impresionante tiene Dios para amar y demostrarnos su gigante y eterno amor.  Él se nos da a todos sin medida y no solo en la prosperidad sino en la miseria.  Si alimentará sólo a los sanos y fuertes qué mérito tendría.  Jesús se da a los enfermos, flacos y débiles de espíritu para darles vida.  Él es así.

Pero para qué conservar mi vida. Hoy espero algo más.  Escarbando,  sacando toda yerba mala de mi pasado  como de mi presente, me preparo así para la venida de Dios a mi vida como Rey y Señor definitivo.  La gracia de Dios no hace morada en lugares sucios y oscuros.  Primero debe ocurrir un bautismo.  Un limpiarse de todo lo malo.  Busco y espero la plenitud del Espíritu por la gracia de Dios. Cuanto amor, cuanta bendición, cuanta revelación estaba a mi vista y por mi ceguera espiritual no los podía ver. Por hoy, espero con fe la llegada del  Espíritu Santo a mi vida como en tiempo de los apóstoles.  Esta efusión viene acompañada de dones y carismas para el bien de los hermanos sabiendo que la opción de los hijos de Dios siempre debe ser por los más pobres  de entre los pobres.  También, y no menos real e importante, vendrán las persecuciones y el odio que rodean al  mensaje de salvación. El enemigo sabe que muchas almas se salvan una vez descubren el amor infinito e incondicional de Dios Trino. Por eso, momentos difíciles no faltarán y tentaciones habrá a granel; pero con la ayuda de Dios saldremos victoriosos. 

Esta nueva aventura  a la que me llama el Señor es muy dura pero con Él y en Él todo es posible.  Yo con mis solas fuerzas ya me voy olvidando, ya esa parte la aprendí duramente.  Sin Él no puedo hacer nada y nada es NADA. Terminaré con esta exclamación: “Ven, Espíritu Santo.”

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