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jueves, 16 de agosto de 2012

MANIFESTACIONES DIVINAS


 Quiero compartirles mis últimas aventuras.  Cuando entré a los grupos de autoayuda en línea, como por ejemplo Neuróticos Anónimos; también comencé a repasar los Talleres de Oración y Vida del P. Ignacio Larrañaga, que tomé alguna vez, y lo hice porque en el fondo sabía que mi problema de neurosis era por mi relación enfermisa con Dios.  En todo caso, lo que quiero contarles es que, tanto por un lado como por el otro, me fueron llevando al mismo lugar: un encuentro personal conmigo misma y con Dios.  Definitivamente viví los caminos de la fe sin fe.  Creía en Dios mas nunca me fié de Él.  Me mantuve viva, todos estos años, porque a pesar de mí,  Jesús me cuidó y  se me dio como alimento de vida sin merecerlo. A pesar de que yo me sentía totalmente sola Él siempre estuvo cerca.

Jamás supe el significado de la palabra paz y por fin la he experimentado, por momentos claro está, al igual que los términos amor, alegría, compañía, integración y, la más difícil, aceptación. No es que ahora sea la más amorosa, pacífica, feliz o integrada de las personas, no, pero  ahora estas palabras comienzan a tener significado.  Ya no están bloqueadas, ya las puedo ver.  Cuando oía hablar de ellas me decía pero de qué están hablando.  No sabía no era capaz de entenderlas.  Mis emociones no me permitían experimentarlas, mi ego y mi orgullo no me dejaban.

A invitación del mismo Dios  participé en la llamada Misa de Sanación y fue ¿cómo llamarlo?, desconcertante. La lucha entre la razón y el espíritu fue brutal.  Cierto es que fui con toda la buena voluntad de que fui capaz, siguiendo todos los pasos que  me iba indicando mi Padre Dios e incluso fui porque entendí que era lo que Él me pedía.  Me fue guiando durante muchas semanas hasta lograr lo que llamaré sanación y limpieza interior.  El me invitaba a rebuscar en el pasado lo que dolía, cada pecado y acción malintencionada, cada trauma, dolor, rabia y fracaso. Y lo hice. Fuimos juntos a cada momento y buscamos sanar aquello desde el mismo lugar de origen; sabiendo ya, que Dios no está para condenar sino para salvar. Lo último que me regaló fue la aceptación del dolor, el sufrimiento y la agonía.   Con este último regalo se aplacaron las guerras y llegó una paz que culminó en puro amor.  Por fin la frase “te amo Dios” salió de mi boca y  de mi corazón con total sinceridad junto a la alabanza que también surgió de la nada. Inexplicable, maravilloso, un verdadero milagro en todo caso. Por esta razón llegué a la misa esperando cosas aun mayores pero nada o todo pasó.  Les digo es desconcertante.

Una vez allí, en la Misa, lo único que hice fue llorar durante 2 horas y media.  No podía parar. (Algunos dicen que eso es indicativo de presencia de Dios, no lo sé.)  Pero nada confirmaba su presencia, pensaba.  Cuando le dije al Espíritu Santo, e incluso le reclamé, que por qué no venía si yo había hecho todo lo que me había pedido, entonces comenzó el coro a cantar … yo quiero, pero nada pasaba, me seguía diciendo.  Al momento de la comunión, mientras agradecía la maravillosa revelación de que Jesús me había alimentado y amado por años sin ni siquiera haberle amado una pizca; pasaron dos cosas: un extraño juego de luces en mi interior y la vigorosa impresión de  alas de ángeles en pleno vuelo  tras de mí, pero la razón me decía que eran las luces del lugar y el abanico que tenía la persona de al lado.  Nada pasó entonces y regresé a casa un tanto decepcionada, la verdad. Pero, para terminar, cuando iba de camino a la casa no iba una sombra sino dos.  Eso me hizo sonreír, la verdad, pero para colmo también le busqué explicación.  ¡Qué impresionante terquedad!

Cuando murió mi tío comencé a percibir cosas raras.  Su muerte se me anunció por medio de una mariposa que se nos apareció un día antes.   Al verla sentí que ella se parecía a él y, aun cuando nunca estuvo en cama, al otro día murió. En el momento de su muerte los gallos comenzaron a cantar y lo siguieron haciendo  cada hora y fue de manera impresionante hasta el amanecer. Parecía que agradecían su servicio.  La naturaleza parecía estar conectada con él. En su funeral, en una llovizna pequeña inundada de sol tenue, se despidió y no solo de mí sino de otras de mis hermanas.  Así fue y jamás lo dude.  Al otro día, una bandada de palomas inundo el cielo como nunca antes había pasado.  El Cielo estaba alegre y yo lo creí.  Y tantas otras cosas que podría contar, entonces ¿por qué no le creo a Dios cuando se manifiesta?   ¿Por qué dudo cuando se trata del Amado? Desconcertante.

De cuantos y cuantos bienes me ha colmado el Señor en este último año, por no decir, en toda una vida.  Me reconozco malagradecida pues Dios siempre ha estado conmigo siendo mi guía, protector, mi Padre bueno y paciente que espera a que su hija regrese en busca de su amor incondicional.  No fue a buscarme  pues sabía que no le escucharía pero esperaba ansioso el día en  que tocara a su puerta.  El quería prestarme toda su atención  y  hablarme y compartirme  todas sus cosas.  Así es conmigo ahora.  Por su gracia  Él habla y yo procuro escuchar, Él muestra y yo intento ver.  Ya resulta agradable escucharle y puedo decir que por fin puedo decirle que le amo desde lo más profundo del corazón sin que esas palabras me suenen hipócritas.  Por fin puedo entender por qué el Padre permite el dolor, sufrimiento y agonía de sus hijos.  Por hoy entiendo que Él siempre supo, y con dolor por cierto, que las desgracias son el último remedio para que los más obstinados, rebeldes y duros de corazón, regresen a su amor.  Qué gran misterio.

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