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jueves, 10 de mayo de 2012

ENEMIGO MÍO: EL EGO


El EGO, ese amigo inseparable y enemigo mortal a la vez, es sin lugar a dudas la causa de mi neurosis. ¡Qué obstáculo tan grande es el YO para el bienestar común!   Para él todo es entorno a sus caprichos.  Yo quiero una vida sin miedos, sin personas que lastimen, sin dolor, sin problemas, sin enfermedades, sin calles que cruzar, donde todos me amen y reconozcan mi valor.  ¡Qué lastimosa realidad la del YO neurótico!  Para todo neurótico como yo, la vida es algo que nos supera, no nos es posible entregarnos a ella como es, con sus realidades buenas y malas.  Para mí la vida es superior a mis fuerzas, mi realidad de enferma emocional no me permite relacionarme con los demás normalmente, pues es mi afán ser siempre superior a todos.  ¿Quién quiere estar cerca de un ser humano así?  Por supuesto, a nadie ni siquiera a mí misma.  El egoísta, entonces, vive alejado de todo y todos. 

Lo bueno es que hoy existe una solución al mal del EGO y ésta es la derrota total.  Mientras como neurótica egoísta ande buscando maneras de escapar de mi enfermedad, mientras me crea capaz de salvarme por mis medios o por medio de otros, mi derrota está muy lejos de ser definitiva y total.  El EGO sigue vivo y gobernando.  La derrota ante mi Padre Dios y la aceptación de mi enfermedad significa dejar de luchar, bajar los brazos, parar de buscar; pero que contradicción tan grande  para el neurótico que busca desesperadamente una manera de parar de sufrir.  Pero así es, esta derrota total y definitiva involucra rendición completa ante el dolor, el miedo, la ansiedad, la depresión, la culpa y la voluntad de Dios en general.   Entonces, en momentos de crisis emocional, lo único que debemos hacer es no hacer nada y dejar aquello que nos robó la paz  en manos de Dios con un simple hágase.  Es hora de aceptar que yo no puedo, pero pegada de Dios como rama de la vid, así podré olvidarme de mí y ocuparme en producir frutos para bien de los demás.  Entrega, rendición, derrota, aceptación de mi realidad, de mi entorno, de mi gran debilidad y por ende de la voluntad de un Dios amoroso.  YO NO PUEDO EL SÍ. La vida es mucho más que YO.

 Yendo sin miedo al pasado podré descubrir cuál es la dimensión de ese YO desconocido que me ha robado la capacidad de amar y el arte de vivir.  Rebuscando en el pasado, en esos episodios traumáticos, que ahora son escuela de vida, podré descubrirme a mí misma.  ¿Cuándo, cómo y dónde comenzó  el egoísmo a gobernar en mi vida?  Ver a la cara aquel día que me di cuenta que si mentía podía ganarme el afecto de los demás y culpar a otros de mis maldades.  Tal vez encararme con mi realidad de que para ser querida fui capaz de arrodillarme ante los hombres.  ¿Cuánto vale una amistad?  La amistad es algo que se gana o pierde en la medida en que uno se acerca al otro con lazos de afecto y cariño recíprocos, no es algo que se suplique o se pueda comprar.  En ese mismo pasado está el miedo, el enemigo de una vida productiva y feliz.  El YO no permite que nada me pase que considere malo, pero ¿qué es malo? ¿Quién determina esa clasificación?  Inclusive es ese mismo miedo el que necesitamos para lanzarnos a la aventura de la vida con algo de precaución. 

Hacer este análisis del pasado en búsqueda de aquellos instantes en los que el Yo asumió el lugar del Tú, es imprescindible para lograr una vida nueva dominada por el amor al prójimo.  Una vida donde el YO deje de ser por fin protagonista y comience a parecer en el horizonte el rostro de los demás seres humanos que conforman mi entorno.  Es al lado del otro donde se practica el amor que es la razón de una vida feliz para todo ser humano.  Es un conocimiento nuevo e increíblemente diferente a mi realidad de egoísta.  Debo deshacerme, con la ayuda de Dios, de todos los malos patrones de conducta para establecer unos nuevos.  Cambiar de juicios y actitudes, pues todo lo que hago como egoísta es incorrecto.  Ahí vamos, hacia una vida nueva llena de personas a las que amar.  Una vida vacía del YO y llena del TÚ.  Eso es salud mental y emocional para mí.


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