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jueves, 31 de octubre de 2013

¿Podrán los Animales Oler la Santidad? Por: Teresita





En estos días el Papa Francisco nos invitó a ser una Iglesia de puertas abiertas y que buena idea el permitirle a Dios entrar y salir de su casa cuando quiera, con quien quiera y a donde haga falta.  Si yo, como templo de Dios, me encierro en mi misma por temor a ser lastimada jamás podré ser de ayuda para el que sufre; y esa precisamente  es la voluntad del Dios amoroso.   Es igual con los templos cerrados, que por querer protegerlos dejan de ser lugares de acogida para quienes aún  sufren y  para los misioneros que vienen a recargar fuerzas. Esta idea llego en el momento preciso para mí. Las pasadas semanas había estado cargada de sentimientos negativos por andar pretendiendo que todo se hiciera a mi manera. Conducta infantil muy conocida entre los soberbios. Sintiéndome abatida, quise buscar serenidad en los consejos de algún sacerdote o en el silencio de algún templo; pero los primeros estaban muy ocupados en sus cosas y, para colmo, el Templo estaba cerrado. Pregunté y la razón que me dieron fue porque los adolescentes lo usaban como atajo.  Puras excusas, como dice el Papa en el artículo de El Visitante: Una Iglesia que esté cerrada, no se entiende.” No me quedo otra alternativa que sentarme en una banqueta de la Plaza de aquel Pueblo con un buen libro en la mano: El Combate Espiritual de P. Lorenzo Scúpoli. Muy buen libro, que aprovecho para recomendarlo.
Dios no habita en la inquietud ni en la confusión. Mi encuentro con el sacerdote (muy amable por cierto) me hizo recordar el pasaje de Marta y María con Jesús.  Cuando este le dice: ¨ Marta, Marta andas inquietay nerviosa con tantas cosas.  Solamente una es necesaria. María ha elegido la mejor parte y no se la quitarán.¨ Yo esperaba encontrar paz al hablar con un hombre de Dios, con un sacerdote, pero andaba tan ocupado en tantas cosas que no pudo dar lo que no tenía en aquel momento. No lo culpo, el hizo lo que pudo. Sin embargo, no me quedé sin recibir la paz que tanto anhelaba aquel día.
¡Qué bien que estaba alerta!  Porque mi Padre Dios tenía un regalo maravilloso para mi ese día. Estando sentada en la Plaza Él me presento a Francisca, nombre ficticio, para defenderla de aquellos que la quieren dañar.  ¡Que ser tan espectacular tuve el privilegio de conocer!  Mientras se acercaba Francisca a la Plaza todo se conmocionó. Todos los animalitos la buscaron a mitad del camino y la rodearon. Se notaba que la esperaban con grandes ansias.  Hasta me atrevería a decir que le hacían guardia de honor.   Los gatos, los perros, las palomas, las changuitas, las abejas, toda la naturaleza entera estaba a la expectativa de su llegada. Al parecer ellos pueden distinguir la bondad, la humilde,  la docilidad  y el amor en los seres humanos.¡Que espectáculo tan hermoso! Allí estaba  ella, el ser humano más parecido al humilde carpintero de Nazaret que jamás haya visto, con  sus ropas viejas y gastadas; simulando a   San Francisco,  adornada de rosarios por doquier, rodeada de todo ser vivo que allí se encontraba.  Ella es un buen ejemplo de lo que es vivir según la voluntad de Dios.  Ella es feliz en la calle, entre animalitos porque, según ella, Dios mismo se lo ha pedido luego de que alguien destruyera su cocina.  Con sus fieles amigos  comparte lo poco que consigue para comer y ellos le corresponden su amor con un fiel seguimiento.   ¡Que hermosa es Francisca, que sabia es Francisca, que llena de gracia es Francisca! 
¿Qué vio Juan  Bautista que exclamó a voz en grito: ¨Ahí viene el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.¨? Hoy me es posible entender este pasaje pues seguramente al acercarse Jesús al Río Jordán en busca del bautismo de Juan toda la naturaleza entera detectó y delató la presencia del Hijo de Dios.  Aves del cielo, representativas de lo espiritual, y animales de la tierra, que seguramente también le seguían, estaban allí rodeándolo como lo vi con  Francisca.  La naturaleza entera lo señaló como el Enviado de Dios. Algo vio Juan que no era común y, al igual que yo,creyó que todo aquello se trataba de una manifestación  divina.  El  amor de Dios había llegado a los hombres.  Lo que vio Juan al acercarse Jesús  debió ser tan impresionante que no dudo  ni un segundo en que aquel hombre, quien para colmo era su primo, era el Elegido. Todo lo confirmaba y Juan, un ser humilde, un hombre espiritual, un habitante del desierto, amante del  silencio pudo leer lo que la naturaleza le decía.  
He conocido muy pocos seres espirituales. Sin embargo, Francisca,  aquella hermosa y amorosa anciana me hizo recordar la sencillez y la humildad de mi tío, ya fallecido. Él era un hombre sencillo de campo y acostumbraba alimentar a cuento animal se le acercara. Siempre estaba rodeado de ellos.Recuerdo que el día de su muerte los gallos cantaron cada hora por toda la noche dedicándole una especie de guardia de honor. Fue impresionante como una bandada de palomas adorno, como nunca antes, el cielo de aquella mañana.  Los trinos de las aves nos acompañaron por mucho tiempo. Algo había pasado, los animales despedían (¿o sería que recibían?) a un ser especial para ellos. ¿Será que los animales pueden oler la santidad?
Aquel momento  que estuve con Francisca y los animales en la Plaza me vasto para descubrir lo duro que es el seguimiento de la Ley del Amor. Hasta presa ha ido porque ama a sus animalitos. En la cárcel le cortaron su larga melena virgen que tanto amaba y cuidaba como regalo de Dios. Con lágrimas en los ojos  me narró  como la desnudaron.  Sus propias palabras fueron ¨me torturaron.¨  ¿Quién puede entender un abuso, una violencia tal contra un ser tan dócil, tan inofensivo y  tan compasivo? Pero si me pongo a pensar,  eso mismo hicieron con su Maestro.  A Jesús lo tomaron preso y lo sentenciaron a pena de muerte siendo el más inocente de todos los seres.  El sufrió la vejación de la cruz y también Francisca. ¡Qué crueles podemos llegar a ser con la inocencia! Pero que esto no opaque el regalo de haber conocido a un ser lleno de la imagen del Dios humilde como en su tiempo lo fue San Francisco de Asís.
Estuve una hora como en un éxtasis por lo que  mis ojos veían y mis oídos escuchaban. Una sonrisa se pintó en mi cara y se quedó como congelada durante todo el tiempo que estuve con Francisca.  La paz que buscaba la encontré pero no sola en un templo o  hablando con un sacerdote sino en una banca de una Plaza de un Pueblo cualquiera entre la naturaleza, los animales y una mujer vestida de harapos.   No tendrá muchos títulos universitarios o quizás sí, pero que sabiduría y bondad brota de aquella señora. Que paz me  dejo el solo hecho de haberla conocido, de haberla visto en si diario vivir.  Hoy no necesité nada más para sentirme feliz.  Gracias, Señor, por el sacerdote, que a pesar de estar tan ocupado, me atendió y me sirvió en el Sacramento de la Confesión; pero, sobre todo , gracias por Francisca, tu sierva de a de veras, que por simplemente ser ella me dejó una gran lección de vida. Gracias, Señor, gracias por manifestarte en el humilde.

domingo, 13 de octubre de 2013

DESDE LA GRIETA DE TU COSTADO


                                                       Por: Princesita


Se alegra mi corazón, por encontrarme en el tuyo. 
Vivo refugiada en ti, vivo en la grieta de tu costado. 
Desde allí el mundo se puede ver de manera distinta. 
¿O serás Tú quien mira y siente; y, yo, solo veo y siento  a través tuyo? 
Ahí están todos horrorizados por lo que ven pero, Tú, no sufres
 Más bien también nos contemplas con amor. 
No siento odio, por lo tanto, no sientes odio.
 Solo brota amor de tu corazón roto.
Se derrama sobre todos, amigos y verdugos.  
Me abriga tu calor, tu fuerza, tu amor.
¿Y esa fuerza, de dónde procede?
Del Amor, del perdón, seguramente.
 No existe odio, solo amor encuentro.
Rostros horrorizados me rodean
 Pero el mío, que es el tuyo, está lleno de serenidad.
 Mi cuerpo está destruido pero no hay odio.
 La venganza nunca  hizo nido, no había lugar. 
Todos están ahí, mi madre, mis amigos, los que me amaron,
 Los  seres que me siguieron en mi misión,
Pero faltan los que me traicionaron.
¿Dónde quedaron los que me juraron amor hasta la muerte?
Se han ido, huyeron, pero los amo.
Conozco la debilidad humana,
La he sentido, la he vivido.
¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!
Sin embargo, me pregunto ¿es que Tú también me has abandonado?
Mas, y a pesar de que todo me es adverso, confió.
Padre mío, en tus manos encomiendo mi Espíritu.
Tanto dolor y tanto amor juntos no es posible
Pero así es, desde la grita de tu costado.

miércoles, 8 de mayo de 2013

El Llanto Alegre Del Esquizofrénico


Perfecto e imperfecto se abrazan y se besan.  Amor y odio unidos en una misma copa, bebida  agridulce que adormece. Oscuro y luminoso; bondad y maldad; pecado y santidad amasados en un mismo ser.  Fe y desconfianza; tristeza y alegría;  guerra y paz; ángeles y demonios llegan todos juntos a  comer a mi mesa.  Soledad que  se asolea en las playas de  la multitud. Sentimientos encontrados que  brotan de una misma fuente y corren a tropel hacia el mar calmado y embravecido. Esto no es más que  el llanto alegre del esquizofrénico.

martes, 16 de abril de 2013

DOMA MI ESPÍRITU INDÓMITO

Estos últimos días tengo una idea hecha obsesión.  Imagino a un caballo salvaje encerrado en un potrero y un domador intentando domarlo.  Veo el espanto en el caballo salvaje y el empeño, la calma y la experiencia del domador.  Veo la insistencia del caballo en la lucha, el sudor, el cansancio, el dolor y el terror en sus ojos.  La obstinación y el miedo los había convertido en sus armas de resistencia. Entonces me identifico con él y siento la angustia de no poder más y a la vez de no querer rendirse.  Su respiración acelerada ya no lo ayuda  y sus  músculos comienzan a temblar.  Todo es batalla y siente el horror de perder su libertad para siempre.  Se siente perdido, pero él no puede aceptarlo, y preferiría morir antes que rendirse.  Era un caballo nacido y criado en total libertad.  Siempre había hecho lo que quería y dejarse conducir por alguien era  inimaginable.

Aún le queda mucho brío y rebeldía al caballo.  No es el momento de rendirse, de dejarse guiar y el domador lo sabe.  Entonces, cambia sus métodos y comienza a hacerse amigo del caballo.  Le da de comer cada día a sus horas.  Se queda con él mientras come e incluso en las noches duerme junto a él.  El caballo, por otro lado, se va acostumbrando a la presencia del extraño y comienza a comer de aquello que se le da, primero con recelo y luego hasta de la mano.  Cada día se le ve más familiarizado con el nuevo personaje que se presenta en su vida.  Le atiende, le da de beber, le baña, le cura las heridas y le demuestra afecto. El caballo va perdiendo poco a poco el miedo al  cuidador, futuro domador y dueño.

Cada día la lucha se hace menos dolorosa tanto para el domador como para el caballo.  Este último  se va dando cuenta, poco a poco, que quien lo monta es aquel que lo alimenta y lo acompaña.  Se va haciendo cada vez más familiar su presencia y su resistencia se hace cada vez menor.  Por fin, llega el día en que por una razón desconocida y también por cansancio, claro está, el caballo se va dando cuenta de que aquel hombre no le quiere hacer daño.  Y poco a poco va bajando la desconfianza y comienza a dejarse llevar por las directrices del vaquero muy lentamente. 

La lucha había terminado y, con el paso del tiempo, el caballo se convirtió en un instrumento útil para los trabajos de la hacienda.   De ser un caballo salvaje, bueno para nada, pasó a ser uno útil. De eso se trató todo el asunto, de transformar algo inútil en algo provechoso. Para entonces, aquel buen caballo, ya ni siquiera necesitaba estar encerrado en su potrero.  Comenzó a ir y venir a sus anchas por la hacienda.  Llegada la hora de trabajar siempre estaba dispuesto a llevar a su dueño a donde quisiera.  La resistencia había desaparecido y había dado lugar al servicio.

Pero ¿qué pasó con este caballo?  Simplemente el miedo había dejado de ser su amo.  Había alcanzado la confianza en quien le montaba y guiaba.  Ahora tenía un  amo quien le cuidaba y le necesitaba.  Ya no era un simple caballo desbocado que vivía solamente para alimentarse y reproducirse.  En cambio se convirtió en uno útil.  Con el tiempo  el caballo  se acostumbró tanto a la rutina de su amo que  no necesitaba siquiera ser dirigido por él.  Caballo y vaquero se habían hecho uno.

Es una imagen que me hace pensar en la lucha que hago como pecadora, ser soberbio y egoísta, para no dejarme guiar por Dios.  Él quiere lo mejor para mí, que sea útil para Él, para la sociedad y  para mí misma.  Vivir en una lucha constante por querer las cosas a mi manera, y solo como yo quiero, me hace una persona inútil.  No sirvo para nada si no puedo adecuarme a la sociedad.

El comportamiento que elegí para mi vida solo me llevaba directo al despeñadero.  Debo reconocer que todo lo que hice por alcanzar  mis deseos y caprichos terminó mal.   Todo en mi vida resultó en fracaso y no porque no le puse empeño, sino porque todo lo basé en lo que quería y no en descubrir qué quería Dios conmigo.   Puse todo de mi parte  pero ¿para qué?  La respuesta es para alcanzar las cosas que me ofrecía el mundo: dinero, casa, carro y prestigio.  Alguna vez obtuve algo de eso pero no me hizo nada feliz.  Sólo recuerdo que al comer lo hacía con algo de dignidad, pero nada más. En aquel entonces mi vida, que para mí estaba dirigida por Dios, más bien estaba guiada por mi ego.

Hoy me ocupa trabajar en darme cuenta del amor incondicional que Dios me tiene y en dejar de pelear, por fin, contra todo y todos.  Pido a mi Dios que dome mi espíritu indómito por amor a él, por mi propio bien y, por consecuencia,  por el bien de los demás.  Quiero que mi vida sea una oración de entrega.  Estoy entre tus manos Señor.  Ponme riendas y llévame a donde tú quieras.  Hágase tu voluntad y no la mía. 

En resumen, viví una vida ingobernable y nada bueno resultó de aquello; mas hoy estoy intentando, con la gracia de Dios, vivir una vida de la mano de Dios aceptando mi realidad de hija y no de diosa del Universo.  Ven Espíritu Santo y doma mi espíritu indómito.

martes, 12 de marzo de 2013

¿Animal o ser humano?



 

En la naturaleza un animal actúa por instinto.  Él toma lo que quiere (comida, sexo, territorio) sin importarle si le hace daño a los demás seres de su entorno.  Lo que lo impulsa a relacionarse con los demás es el dominio.  Su propio bienestar es lo único que le importa y en algunas especies, sus propios críos. La norma es que el animal vive para sí.  La regla es la supervivencia, la razón y el amor le son desconocidos.

El ser humano, por otro lado, aprende a socializar y, por ende, a saciar sus necesidades naturales apoyándose en la razón y  en el amor.  Come sabiendo que no es el único habitante del planeta, tiene sexo con responsabilidad y su relación con los demás se basa en el servicio y no en el empoderamiento.  El ser humano, además de razonar, puede amar y ser amado.  Tanto la razón como el amor le imponen ciertos límites, es cierto, pero estos son para su propio bien.

Escucho muy a menudo,  en los medios de comunicación e incluso en la calle,  a voces que invitan a las personas a vivir una vida de placeres  sin importarles nada más.  Ellos dicen: ¨Denle gusto al cuerpo y sean felices.¨  Parece un bonito consejo sólo que está acompañado de  mucha falsedad.  El solo hecho de hacer aquello que el ego (caprichoso sin remedio) nos pida no es sinónimo de felicidad.  La felicidad se alcanza cuando nos ocupamos en hacer aquello que tenemos que hacer y casi siempre esto es, extrañamente, ayudar a los demás en sus necesidades.  ¡Vaya verdad!  ¿A quién le interesa abandonar sus propios deseos  para ir en ayuda de un hermano que sufre?  La respuesta parece ser, a muy pocos y, sin embargo esos,  sí son felices y lo serán hasta la eternidad porque están acompañados del Amor.  Nada ni nadie le puede robar la paz. 

Por otro lado, aquellos que siguen el camino de ¨lo que yo quiero es ley¨ son los que al llegar la enfermedad, el fracaso, las desilusiones amorosas o cualquier dificultad se derrumban hasta la más tremenda tristeza y desesperación.    Lo gozado nadie se los quita, es verdad, pero ¿y ahora qué?  ¿Aquellos momentos de lujuria, de dominio sobre el más débil, de derroché de bienes  y miles de otros placeres serán capaces de levantarlos del hoyo en el que terminaron?  La respuesta es sencilla y, ésta es, no. 

Entonces, ¿vale la pena vivir como animales o como seres humanos?  Cada quien elige lo que quiere ser y hacer con su vida. 

viernes, 25 de enero de 2013

Perseguidos por mi Nombre, alégrense.



Leyendo la Biblia, en Lucas 4, 33-37, encuentro aquella parte donde se nos recuerda que en los tiempos de Jesús algunos de sus más fieles seguidores eran lo endemoniados y enfermos mentales.  Pero,  ¿a  dónde estaban estos endemoniados?  ¿Huyendo de los hombres? ¿Escondidos en cuevas?  ¿Encadenados?  Sí, algunos que ya no podían resistir el ataque de su locura.  La mayoría eran ciudadanos comunes y estaban, nada más y nada menos, que en la sinagoga, lugar público de oración y de encuentro con Dios.  Escribo esto porque leyendo los comentarios del papa  Benedicto  en su página de Twitter, descubrí  que sus más fieles seguidores son los que le insultan, se burlan y menosprecian sus intentos de evangelizar.   Allí están para encararlo en cada comentario e intentar obstaculizar  todo lo que dice.  ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones? Sólo ellos lo saben.  Dios los conoce por su nombre.

 Reconozco que al leer los primeros comentarios  me enfadé pero, luego de analizarlo bien, me he dado cuenta de que esta conducta no es nueva sino más bien común.  Jesús ya lo había advertido a sus discípulos en Mateo 5, 11-12 donde dice que: ¨Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.  Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo.¨  Admiro, más que nada, la actitud del Papa que es la de hacer silencio ante estos ataques viciosos.  Pensé, en algún momento, que ya no seguiría escribiéndonos y para mi sorpresa ha continuado con ésta nueva manera de llegar a las masas.  Es un maestro de tolerancia, debo añadir.  Invito a aquellos que aun no siguen la cuenta de Benedicto XVI a que lo hagan, pues sus palabras son un tesoro de sabiduría.  Ésta es: @Pontifex_es .

Pido perdón por mi falta de juicio y aprovecho para hacerles ver a los que como yo responden a los insultos con más insultos que ésta no es la manera de llevar la palabra de Dios a los que sí quieren escuchar.  Ver nuestras reacciones neuróticas más bien les da la razón a los ofensores.  Es preferible callar a menos que tengamos las mismas palabras de autoridad para sanarlos, como lo hizo nuestro señor Jesús en su momento.   ¿Quiénes somos para juzgar a nuestros hermanos?  Además, ellos sin darse cuenta, son excelentes testigos del Reino de Dios.  Así, como los endemoniados que al intentar hostigar a Jesús le llamaron por su verdadero nombre del Santo de Dios. Hoy, al perseguir a nuestro Pastor, le están sirviendo de testigos fieles y, con cada comentario negativo, le dicen al mundo que él es un Siervo bueno.

Los medios de comunicación son una navaja de doble filo que si no la aprendemos a manejar nos deja, a veces, un sabor amargo.  En las redes sociales existe  todo tipo de ideas y, por lo mismo, debemos estar listos a recibir comentarios buenos, malos, viciosos;  incluso, aquellos que sólo son para llamar la atención.  Hay de todo, Dios lo sabe y lo permite porque, incluso en la confrontación, crecemos.  Los  medios  de comunicación  llegaron para quedarse y debemos adaptarnos a ellos sin tenerles miedo.  Paz y bien.

viernes, 18 de enero de 2013

Demasiado Disgusto por Nuestras Faltas es Amor Propio



Escribir sobre mí podría ser visto por muchos como soberbia y tal vez lo sea, pero mi interés es desprenderme de aquello que me ha molestado durante toda mi  vida y, a la vez, dar mi testimonio para que los que estén pasando por lo mismo puedan parar de sufrir.

La ignorancia me arropó por muchos años y aun me arropa, humildemente debo  confesarlo; sin embargo, hoy por la gracia de Dios, puedo adentrarme en los libros y sacar de ellos conocimiento, incluso maneras nuevas de vivir.  Ahora estoy leyendo como nunca antes y  me ocupa el libro llamado: ¨El Arte de Aprovechar Nuestras Faltas¨ por J. Tissot y E. Sálesman.  En este libro me he topado con uno de mis más graves y dolorosos errores que cometí en mi vida de individuo religioso. Desde que entre  al mundo, para muchos temible, del Sacramento de la Confesión entre a la vez al tormento de la angustia por el pecado.  Confesaba y salía del confesionario feliz pero aquel gozo me duraba muy poco.  Mis pensamientos, mis actos, mis palabras y mi falta de amor hacía los demás me torturaban, pero sobre todo la idea de que Dios estaba enojado conmigo porque no podía parar de pecar.  Sin embargo, la lectura de este libro me está enseñando lo equivocada que estaba.  Puedo, al fin, darme cuenta de que ese sentimiento de agonía no es nada más que el amor propio haciendo de las suyas.  Pensar que como ser humano no puedo pecar y que si lo hago Dios no me perdonará  es la máxima expresión de soberbia. El temor al pecado era paralizante y vivía a medias. Asustada por todo y por todos.  Encontraba pecado aquí y allá, dicho de otra manera, todo era pecado.  Dios sabe que somos seres humanos y que como tales no somos perfectos. Pretender ser santa, como solo Dios lo es,  es  una fantasía y nada más.

Cuando me encontraba en aquella situación lo que venía  a mi mente era abandonar la Iglesia.  Era una  tortura seguir asistiendo a la Misa porque  en mi estado de enfermedad espiritual sólo escuchaba palabras de condenación.  La humildad era un término que no conocía porque mi amor propio y mi gran soberbia hacían que la confundiera con miseria, llanto y sufrimiento.  Mientras más sufría más humilde pensaba ser.  Padecí todo eso y lo peor del caso es que me consideraba inocente y, para colmo, víctima del demonio y del mismo Dios.  Haber sobrevivido a todo aquello es una muestra de que Dios Padre siempre estuvo a mi lado.  Allí estuvo Él en el confesionario, en la comunión, en mis caídas y en mis regresos al camino.  La Santísima Trinidad es fiel, no me abandonó  y no me abandonará nunca.

Gozar de la tranquilidad que surge de saber que sí es bueno el llamado ¨dolor de corazón¨ pero sin torturarnos por nuestras faltas; sino, más bien, arrepentirnos y volver a empezar en cuanto podamos, es el mayor regalo que Dios nos pueda dar. La vida es distinta así, es más serena y optimista.  La fe, la esperanza y la caridad no parecen algo lejano sino una nueva ocupación que no se acaba nunca.

viernes, 11 de enero de 2013

Gritos de Alerta


Me siento rodeada de gritos de auxilio.  En todas partes veo a las personas sufriendo amargamente por falta de sentido.  Algunos lo expresan con lágrimas, depresión, otros con enojo irracional o con burlas y de muchas otras maneras solemos  gritarle al mundo que necesitamos ayuda.  ¿Por qué nos resultará tan difícil pedir ayuda abiertamente?

Entré a la página de twitter del Papa Benedicto y para mi sorpresa lo que encontré fueron insultos a cada una de sus palabras.  Me sorprendí de entrada, no lo voy a negar, pero ahora entiendo que sólo se trata de gritos de alerta, de auxilio, de dolor, de soberbia y de, más que nada, miedo.  Cuando Jesús predicaba también se encontró con los endemoniados, que cargados de cadenas y gran angustia, le complicaban la vida haciéndose obstáculos para la salvación ajena y propia.  El Señor, más que despreocuparse de ellos y dar la media vuelta, se acercaba  y los sanaba.  Expulsó de cada uno los demonios que los atormentaban.  Ellos no eran necesariamente culpables de su mal comportamiento sino que eran ya esclavos de su enfermedad mental y emocional; y Jesús, sabiendo esto, los desató.  En algunos casos la sanación del enfermo del espíritu no era asunto fácil y Jesús les recomendaba a sus discípulos, al igual que a los enfermos, que era necesario mucho ayuno y oración.  ¿Es qué podemos sanar a nuestros enfermos del alma en nuestros días?  Nosotros no, pero Jesús sigue siendo el mismo hoy y siempre, por lo tanto, si le  pedimos consejo al respecto Él nos lo dará y podremos trabajar unidos en contra de los males sociales que nos arropan hoy.

Es muy fácil juzgar a las personas por su mal comportamiento tildándolos de mal educados, de locos, de violentos, de antisociales y hasta de criminales pero ¿qué hay detrás de esos modos de actuar?  Usualmente y lamentablemente lo que casi siempre encontramos son personas emocionalmente enfermas que no han tenido la dicha de aprender a amar y ser amados.  Son niños cuyas familias están rotas o que  tanto papá como mamá han tenido que salir a la calle a buscar trabajo.  Los hijos  quedan con abuelos o terceras personas que entienden que criar no es su responsabilidad.  Sus niñeras suelen ser los juegos de video  que para colmo son casi siempre clasificados para adultos,  y yo  añadiría, violentos.  Y seguimos preguntándonos ¿por qué crece el desamor en nuestra sociedad moderna?  Es que cada vez son menos los que se consideran responsables de la enseñanza de los valores y del amor tanto a sí mismo como al prójimo.

Los grupos de la calle se convierten en un lugar de refugio para aquellos que se consideran abandonados y solos.  Pero allí, todos sabemos que lo que encontramos es droga, todo tipo de vicio, criminalidad y trabajo fácil que  terminan matando el poco amor que pudiera quedar en el individuo ya enfermo.  Cuando el dolor y la soledad llegan a límites insostenibles comienza entonces la autodestrucción y destrucción del entorno.  Buscando un poquito de atención, y sobre todo ayuda, somos capaces de las cosas más inverosímiles, por ejemplo,  entrar a las cuentas de personas religiosas y lugares religiosos de las redes sociales a insultar y hacer el mayor daño posible sin razón aparente.  Pero sí, existe una razón, y esta es hacerle saber a todos que estoy mal y dar gritos pidiendo ayuda disfrazados de insultos.  Esto es en los casos más sencillos, claro esta, porque de los casos críticos ya conocemos los resultados.  Han sido muchos los inocentes que han pagado con su vida por el egoísmo, la soberbia y las enfermedades mentales que se habrían podido evitar con un poco de amor.   

No tenemos las manos atadas.  El mal en nuestro mundo tiene solución y es nuestro Señor Jesucristo.  Ya Él vino en nuestro rescate y fue capaz de  dar la vida por todos.  Con su muerte morimos al pecado y con su resurrección vivimos para la eternidad.  Lo único que nos pide es que le creamos, que nos fiemos de Él.  Nada más que eso, creer en su amor eterno y misericordioso.  La solución, que parece muy sencilla, requiere un paso muy difícil para muchos y es tener  un corazón humilde.  Un corazón manso y humilde Tú no lo desprecias.